No hacía mucho frío, pero el viento se colaba por las rendijas más imposibles de las ventanas de mi casa y provocaba unos silbidos que hacían crujir los cristales. En las noches en las que el sonido se volvía tan fiero que no me dejaba dormir, aprovechaba para leer novelas tristes e imaginaba que mi casa lloraba conmigo, como cuando me partían el corazón y las esquinas se volvían feas y lúgubres. Al final siempre me dormía, con los pies fríos y el libro en las rodillas.
domingo, 24 de octubre de 2010
Noviembre
No hacía mucho frío, pero el viento se colaba por las rendijas más imposibles de las ventanas de mi casa y provocaba unos silbidos que hacían crujir los cristales. En las noches en las que el sonido se volvía tan fiero que no me dejaba dormir, aprovechaba para leer novelas tristes e imaginaba que mi casa lloraba conmigo, como cuando me partían el corazón y las esquinas se volvían feas y lúgubres. Al final siempre me dormía, con los pies fríos y el libro en las rodillas.
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A mí el viento me da mucho miedo!
ResponderEliminarprefiero dormir con alguien si hay tormenta!
no me deja ni concentrarme para leer...
buen texto! un beso enorme!