domingo, 24 de octubre de 2010

Noviembre

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No hacía mucho frío, pero el viento se colaba por las rendijas más imposibles de las ventanas de mi casa y provocaba unos silbidos que hacían crujir los cristales. En las noches en las que el sonido se volvía tan fiero que no me dejaba dormir, aprovechaba para leer novelas tristes e imaginaba que mi casa lloraba conmigo, como cuando me partían el corazón y las esquinas se volvían feas y lúgubres. Al final siempre me dormía, con los pies fríos y el libro en las rodillas.

1 comentario:

  1. A mí el viento me da mucho miedo!
    prefiero dormir con alguien si hay tormenta!
    no me deja ni concentrarme para leer...
    buen texto! un beso enorme!

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